El aterrizaje no ha sido menos duro y las actitudes de los pasajeros interesantes. Hace un mes del accidente del vuelo Spanair Madrid-Las Palmas y siguiendo esa misma ruta a tan poco tiempo hace que tengas presente muchas cosas. Eran como nosotros, despegaban tranquilos... Pero bueno, siempre teniendo presente lo que se dice, que es muchísimo más peligroso ir en coche que en avión, o que el avión es el medio de transporte más seguro. Pero desde luego el ir a ocho mil metros de altura impresiona más que ir por la autopista.
Mientras íbamos a buscar nuestras súper maletas (¿quién tuvo la idea de traer tantas cosas?), los pasajeros del vuelo hacían las llamadas de rigor "aquí hace más calor que en España! Digo, que en la Península", "el avión se movía de cojones y el aterrizaje muy chungo".
Como solemos hacer cuando llegamos a una ciudad hemos empezado a caminar. Y seguimos, y seguimos... Llegamos a la Playa de las Canteras... y seguimos hasta el final, hasta el Auditorio Alfredo Krauss donde la arena se vuelve negra, en la Cícer. Inicialmente los trazos oscuros en la arena me han hecho pensar que era suciedad, grasa de barcos o algo así, como en Barcelona. Pero al ver que de pronto se tornaba toda negra he entendido que era cosa de los volcanes... He bajado y he saltado de alegría. Esa arena suave que abraza mis pies. Esa arena tierna, acogedora.
Mientras los fuegos artificiales de la víspera del Día de la Hispanidad se han ido lanzando desde el Auditorio. Muy gracioso, casi parece nuestra bienvenida. O lo es.
Mientras íbamos a buscar nuestras súper maletas (¿quién tuvo la idea de traer tantas cosas?), los pasajeros del vuelo hacían las llamadas de rigor "aquí hace más calor que en España! Digo, que en la Península", "el avión se movía de cojones y el aterrizaje muy chungo".
Como solemos hacer cuando llegamos a una ciudad hemos empezado a caminar. Y seguimos, y seguimos... Llegamos a la Playa de las Canteras... y seguimos hasta el final, hasta el Auditorio Alfredo Krauss donde la arena se vuelve negra, en la Cícer. Inicialmente los trazos oscuros en la arena me han hecho pensar que era suciedad, grasa de barcos o algo así, como en Barcelona. Pero al ver que de pronto se tornaba toda negra he entendido que era cosa de los volcanes... He bajado y he saltado de alegría. Esa arena suave que abraza mis pies. Esa arena tierna, acogedora.
Mientras los fuegos artificiales de la víspera del Día de la Hispanidad se han ido lanzando desde el Auditorio. Muy gracioso, casi parece nuestra bienvenida. O lo es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario